Los años 50 fueron el grueso de la conocida como Era atómica. En 1942 el físico italiano Enrico Fermi había logrado construir un reactor nuclear de fisión, en el que se producía una reacción en cadena controlada. En 1945 se lanzaron dos bombas atómicas en Japón, demostrando EE.UU. su poderío militar, y encauzando así el devenir de la Segunda Guerra Mundial.
En 1954 la Unión Soviética construyó la primera central nuclear de fisión. Con estos antecedentes hay que entender que la década de 1950 y principio de los años 60 se veía con gran novedad y esperanza a la energía nuclear, se creía en un futuro con energía eléctrica barata y casi infinita, y se pensaba en mil aplicaciones atómicas. Así surgió en 1958 el prototipo Ford Nucleon.
Energía nuclear a bordo
En aquellos años los ingenieros y diseñadores imaginaban un futuro nuclear. Se propusieron barcos atómicos, trenes atómicos, coches atómicos y hasta aviones y cohetes atómicos. La fuerte competitividad surgida entre Estados Unidos y la Unión Soviética también tuvo su reflejo en el ámbito nuclear, sobre todo militarmente hablando.
EE.UU. era uno de los más convencidos con la energía nuclear, así desarrolló diversos prototipos de aviones atómicos, como el bombardero Convair B-36 Peacemaker, el X-6, el XB-70 Valkyrie o el Douglas 1186 System. Los soviéticos, que no querían ser menos, propusieron por ejemplo el avión Tu-119, también atómico.
Ningún medio de transporte fue finalmente atómico salvo los barcos. A día de hoy sigue habiendo buques nucleares.
En 1954 Estados Unidos bautizó el primer submarino nuclear de la historia, el USS Nautilus; tenían un reactor nuclear a bordo. En 1958 de nuevo EE.UU. comenzó la construcción del USS Enterprise, el primer buque de guerra con propulsión nuclear gracias a ocho reactores nucleares de fisión. Era un portaaviones de más de 342 metros de largo. Si embargo no fue el primer barco nuclear, lo fue el Savannah, un buque mercante que se botó en 1959 (el Enterprise en 1961).
Ford Nucleon: reactor nuclear compacto trasero
El diseño del Ford Nucleon se basaba en diferenciar claramente dos cuerpos, el primero era el coche en sí, con el bastidor, ejes y cabina, el otro era la unidad de propulsión, y que contenía el núcleo, la vasija del pequeño reactor nuclear, el moderador, el sistema de control, el sistema de refrigeración, el blindaje y los elementos de seguridad.
Esta unidad propulsora se colocaba sobre el eje trasero, entre los largueros y aletas. El coche recuerda a una camioneta (un pick-up), pues la cabina está muy adelantada, incluso por delante del eje delantero con un gran voladizo. La razón de esto era doble, compensar el peso del reactor nuclear, intentando balancear masas entre los ejes, y a la vez alejar a los pasajeros lo más posible del reactor como medida de protección.
El parabrisas y la luna posterior eran de una pieza y el techo de la cabina se sustentaba solo sobre pilares B, sin pilares A ni C.
Hay que tener presente que en este coche se proponía que tuviera lugar una reacción en cadena controlada de fisión nuclear, utilizando uranio enriquecido como combustible. Al haber una masa crítica de uranio la reacción tiene lugar cuando un núcleo se rompe y se divide en dos, liberando varias partículas, entre ellas neutrones, dos o más, que golpearán a otros núcleos, que se dividirán a su vez, y así sucesivamente.
Esta reacción generaría calor suficiente para calentar el agua del circuito primario, y con este calentar el agua de un generador de vapor, ya en el circuito secundario, este vapor se hace pasar por una turbina y aquí es donde la energía térmica se transforma en energía mecánica.
El giro de la turbina se haría llegar a través de una transmisión a las ruedas. También habría una turbina secundaria acoplada a un generador para obtener electricidad para los sistemas complementarios. La propuesta era muy similar a la que se estaba aplicando en aquellos momentos a los barcos con propulsión atómica. En la época también se propusieron coches con motor turbina, aunque de combustible fósil, sin ser nucleares, como el GMC Firebird II.
El papel puede con todo
Según sus diseñadores el coche resultaría económico, pues la energía nuclear saldría casi gratis. Lo que parece que no tuvieron en cuenta es el coste del coche, incluido el reactor nuclear, y si compensaría. Estimaban que se podrían realizar más de 8.000 km con cada recarga de combustible (5.000 millas). Destacaban también como ventaja que el coche no generaba humo de ningún tipo.
Imaginaban también que en el futuro habría estaciones para repostar el combustible nuclear, repartidas por las carreteras, donde retirar el combustible gastado, y recargar con nuevo combustible, con garantías de seguridad radiactiva.
La propuesta del Ford Nucleon no estaba exenta de mucha "inocencia" y optimismo, pero claro, es que el papel sobre la mesa lo puede todo. Apenas se veían los peligros de la tecnología, y se creía que la industria nuclear avanzaría tan rápido como para tener reactores de uso doméstico muy compactos, con sistemas de blindaje ante la radiactividad más ligeros, y precio "asequible".
Lo cierto es que para evitar la fuga de radiactividad un reactor emplea paredes gruesas de acero, una camisa de agua que rodea la vasija, además de paredes de plomo, camisas de arena y paredes de hormigón, para detener las diferentes radiaciones (partículas radiactivas) que se liberan. Un reactor nuclear no es precisamente barato, ni siquiera hoy en día.
Un coche así sería muy pesado y su conducción muy diferente a lo que se espera de un coche, por no decir que la seguridad radiactiva no estaría garantizada, pues ni hay espacio para ello, ni se pueden controlar todos los factores, como se intenta en una central nuclear, donde ubicación, construcción, sistemas de seguridad redundantes, sistemas de emergencia, control, gestión y acceso se estudian y cuidan al detalle.
En una central nuclear se intenta que no haya accidentes, los coches en cambio tienen accidentes todos los días. Las consecuencias de un accidente en un coche atómico serían ni más ni menos que un accidente nuclear, algo realmente grave, y en un coche muy difícil de contener.
El Ford Nucleon no se llegó a construir nunca, ni siquiera una unidad de prueba, fue simplemente un prototipo conceptual del que se construyeron varias maquetas a escala, con alguna variación en su diseño, como los alerones de las aletas posteriores. El Nucleon no estuvo exactamente solo, pues lo atómico estaba de moda: en el mismo año el Studebaker-Packard Astral, también prototipo, sin entrar en detalles decía que tendría un sistema de propulsión iónico, y se sugería que también podría ser atómico.
Me pregunto cómo es posible que alguien pensara que podría haber coches atómicos, decenas de millones, circulando por las carreteras, sin que ello supusiera un riesgo enorme. Eran otros tiempos.
NOTA | Artículo originalmente publicado el 21 de noviembre de 2013 en Motorpasión Futuro, por Ibáñez
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