Los espejos retrovisores son fundamentales para conducir con seguridad pues nos permiten ver hacia atrás desde diferentes ángulos, y controlar el entorno lateral de nuestro coche. No es cuestión de repetir lo que ya os hemos contado en otras ocasiones, como por ejemplo cuántos espejos debe tener nuestro coche y cómo regularlos, o que es posible que en el futuro puedan ser sustituidos por cámaras de vídeo y pantallas a color.
Los espejos tradicionales son ni más ni menos que un vidrio que tiene un recubrimiento opaco reflexivo en una de las caras, normalmente con plata o aluminio, o sea, como cualquier otro espejo. Como todos sabemos un espejo refleja la luz, y precisamente por eso puede haber momentos mientras conducimos en los que un espejo resulte molesto: cuando conducimos de noche y la luz de los faros de un vehículo que circula por detrás se reflejan en él y nos deslumbran.
La primera solución propuesta por la industria del automóvil para evitar el deslumbramiento fue el espejo retrovisor interior de doble posición, que podríamos llamar antideslumbrante. Este espejo retrovisor no tenía mucho misterio: seguía siendo un espejo tradicional de vidrio pero su soporte incluía un pequeño mecanismo que cambiaba su posición, o exactamente que cambiaba el ángulo del espejo, y así cambiaba también la dirección de los rayos de luz que el espejo reflejaría.
El mecanismo se acciona con una pequeña palanca en la parte inferior que manejamos con la mano, eligiendo entre dos posiciones, la que podemos llamar «normal», y la que podemos llamar «noche». Este tipo de espejo tiene como inconveniente que requiere de la intervención del propio conductor, además de que la visibilidad en el modo noche se resiente.
Espejos electrocrómicos
La evolución electrónica nos ha permitido tener los más modernos espejos retrovisores de oscurecimiento automático o con función antideslumbramiento automática, o si lo preferimos, electrocrómicos. Este tipo de espejos retrovisores pueden emplearse tanto en el espejo retrovisor interior central, como en los espejos retrovisores exteriores izquierdo y derecho. Todavía no vienen de serie en todos los coches y modelos, pues son algo más caros.
A simple vista no vamos a notar nada extraño ni diferente a cualquier otro espejo, aunque si nos fijamos un poco veremos ciertos detalles diferenciadores. Este espejo retrovisor interior ya no lleva la palanca inferior, incluye una especie de pilotos (uno de ellos lo es en toda regla y suele estar encendido con una luz verde), según el caso también lleva un pequeño botón pulsador de encendido y apagado, y suele ser algo más grueso.
El principio de funcionamiento de este tipo de espejos es básico: en lugar de un espejo de vidrio convencional de una capa, se utiliza un vidrio electrocrómico multicapa que pierde transparencia y se oscurece al aplicarse cierta corriente eléctrica (de ahí su nombre).
Por cierto, no hay que confundir el fenómeno electrocromático con el fotocromático (que sería el de esos cristales de gafas que se oscuren cuando hay mucha luz, sin ningún tipo de sistema eléctrico). Y tampoco hay que confundir un espejo electrocrómico con un espejo retrovisor exterior de accionamiento eléctrico.
Un espejo retrovisor electrocrómico tiene cables para recibir la corriente eléctrica, un pequeño microprocesador integrado y dos sensores de luz. Hay un sensor de luz en la parte trasera el espejo, mirando hacia el parabrisas, que capta la luminosidad ambiente, para saber si es de día o de noche, o siendo de noche para saber si hay mucha luz o estamos a oscuras, y un sensor de luz en la parte delantera, normalmente en la parte inferior, más o menos disimulado con forma de piloto como os comentaba antes, que capta la luz que pueda llegar desde detrás de nuestro coche.
El espejo es multicapa: la exterior, la que tocamos, es la de vidrio, detrás hay una capa conductora de la electricidad y detrás de esta hay tres capas más en las que tiene lugar una reacción electroquímica, una de las capas es de material electrocrómico, normalmente un viológeno que se colorea más rápido, otra capa es de material capaz de almacenar iones, es el contraelectrodo, y otra capa es de material conductor de iones, que a veces es una disolución electrolítica. Detrás de todas ellas está la capa de metal reflexiva.
Los espejos electrocrómicos más habituales se colorean y oscurecen en tono azul oscuro. Cuando incide la luz de los faros de un coche que circula detrás nuestro sobre el sensor de luz, el microprocesador identifica la intensidad de la luz, y aplica cierta corriente eléctrica. El oscurecimiento es variable, si hay más luz, se aplica más corriente y se oscurece más. Así se evita el deslumbramiento.
Un espejo retrovisor de oscurecimiento automático puede tardar unos seis segundos en oscurecerse. Para aclararse se aplica la misma corriente pero inversa, puede tardar unos diez segundos en aclararse. La tensión de funcionamiento de estos espejos es muy baja, parecida a la de una pila, entre uno y tres Voltios, y su consumo de energía es bajísimo.
La ventaja de estos espejos retrovisores es que son más cómodos para el conductor, ya que no tiene que accionar nada, y que su oscurecimiento se actualiza de manera constante según las circunstancias, con diferentes niveles de oscurecimiento según sea de intensa la luz.
Vídeo | Ferran Sanchis (YouTube)
NOTA | Artículo originalmente publicado el 25 de enero de 2014 en Circula Seguro, por Ibáñez
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